sábado, 31 de enero de 2009

GONZALO Y MARGARITA

Por Henry Nadales (*)
18 de enero de 2007.

La encomienda en América era un derecho jurídico otorgado por el gobierno español a sus súbditos con el objeto de que estos recolectaran los impuestos y obtuvieran el producto del trabajo de los aborígenes a favor de la monarquía gobernante en la Península. Pero la encomienda, que fue una institución española en la época colonial destinada a la esclavitud de nuestros aborígenes, existió también en Pedraza desde sus comienzos. Don Pedro del Castillo tal vez fue el primer encomendero en estás tierras recién despojadas a los naturales. Al morir don Pedro los indios encomendados quedaron vacos y entonces Antonio Reinoso y Otalora reclamó y obtuvo de la autoridad del Reino de Santa Fe, el 2 de diciembre de 1611, la autorización para cuidar y proteger a estos indios.

La ceremonia de posesión de la encomienda se realizó en la ciudad de Mérida el día 9 de enero de 1612, y a la misma no asistió en persona Antonio Reinoso y Otalora, sino que fue en representación suya su tío Antonio Reinoso Valdés. Al acto ceremonial se presentó en el cabildo don Alonso Arias Reinoso, que se desempeñaba como depositario general de Mérida, acompañado de Gonzalo y Margarita, definidos ambos como dos piezas de indios jirajaras. La ceremonia fue presidida por el alcalde ordinario de Mérida y, en señal de posesión, a Gonzalo le fue cubierta su cabeza con el sombrero de rigor, y el cuerpo de Margarita con una manta colorada. El 5 de febrero de 1613 fue tramitada la confirmación de ésta ante la Corte de Madrid y el Consejo de Indias dictaminó la confirmación definitiva de una de las encomiendas de Pedraza.

La suerte de Gonzalo y Margarita terminó caracterizada por el abandono que años después el capitán Antonio Reinosos y Otalora hiciera de los aborígenes. Este señor se negó a residir en Pedraza. Argumentando como excusa afirmó que la ciudad era frontera de indios de guerra y que la misma era amenazada constantemente por los jirajaras. También comentó que él era poseedor de otras encomiendas en la jurisdicción de Mérida. La dignidad de los indomables y valerosos jirajaras hizo desistir del deseo explotador del encomendero español. Gonzalo y Margarita, y los de su raza, fueron libres, pero probablemente por muy poco tiempo ya que a Pedraza llegaron otros encomenderos con mucha ambición de hacer riqueza a costa del sufrido trabajo de los demás, especialmente de nuestros aborígenes.

(*) Cronista oficial del municipio Pedraza.
Estado Barinas.

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